El síndrome del impostor. Qué es y cómo gestionarlo

¿Te boicoteas a ti mismo repitiéndote constantemente que no eres lo suficientemente válido, a pesar de tus logros y tus éxitos? ¿Sientes constantemente que no mereces lo que tienes y que en cualquier momento van a descubrir que eres un fraude? ¿Estás convencido de que las personas de tu alrededor se darán cuenta de que no sabes de lo que hablas? ¿Te aterra el fracaso? Entonces puede ser que padezcas el síndrome del impostor.

Tranquilo, no eres el único.

Según varios estudios científicos, 7 de cada 10 personas lo han padecido alguna vez en su vida. Es algo más común de lo que parece, aunque la gran mayoría de las personas no le hayan puesto nombre.

¿Pero que es el síndrome del impostor? ¿Cuáles son sus causas y sus consecuencias? ¿Cómo se puede gestionar?

Sigue leyendo y te lo cuento todo…

¿Qué es el síndrome del impostor?

El síndrome del impostor es un trastorno psicológico en el cual las personas son incapaces de asimilar sus logros y su valía personal, a pesar de sus éxitos demostrables. Esto conlleva un miedo permanente a ser descubierto como «un mentiroso”, como un impostor.

Es decir, que a pesar de las constantes pruebas de su competencia, estas personas están convencidas de que son un fraude y no merecen los logros conseguidos. Los propios éxitos se rechazan como si se tratara de un golpe de suerte o una mera coincidencia, aunque los demás les indiquen lo contrario. Puede mostrarse tanto en los ámbitos académico, laboral, social e interpersonal, así como familiar.

Pongamos un ejemplo:

Seguro que todos conocemos la típica persona que cada vez que hacía un examen importante tenía un miedo terrible de suspenderlo y les decía a los demás “me ha ido fatal, esta vez no apruebo”, pero al final era la que siempre se llevaba el 9 o incluso el 10, ¿verdad? Pues aquí un síndrome del impostor. Estas personas no reconocen en si mismas la capacidad que tienen para superar esas pruebas, a pesar de sus logros anteriores y el haber demostrado centenares de veces que eran perfectamente capaces de aprobar un examen, y además con nota.

Otro ejemplo todavía más común, en el ámbito laboral:

Una persona que, pese a demostrar constantemente su capacidad, está completamente convencida de que no merece el éxito logrado y padece tal inseguridad que es incapaz de tomar decisiones o iniciativa sin consultarlo a los demás (porqué claro, todo el mundo va a saber mucho mejor de lo que habla que ella misma).

Características del síndrome del impostor

¿Cómo se que padezco el síndrome del impostor? Hay varios síntomas que pueden indicarte que en estos momentos padeces este síndrome. Toma nota:

  • Creencia de no merecer los propios logros: o lo que es lo mismo, considerar que tus propios éxitos son debidos a la suerte y no a tu talento.
  • Incredulidad en las propias capacidades: no tener suficiente confianza en uno mismo y en lo que se puede hacer.
  • Temor constante a ser descubierto como un fraude: por ejemplo, el sentir miedo por compartir tu opinión con los demás por creer que cualquiera de ellos puede juzgarte y tratarte de mentiroso e impostor.
  • Expectativas de fracaso: cuando a pesar de habituales formas de éxito en tu vida sigues teniendo miedo al fracaso.
  • Ansiedad, tristeza, depresión: cuando sientes que no estás suficientemente preparado para algo o no tienes la capacidad de realizar cualquier tarea como lo podrían hacerlo los otros, generas en tí ese malestar interno constante.
  • Insatisfacción permanente: créeme si te digo que, con el tiempo, esos miedos constantes y el sentirte inferior a los demás va a hacerte sentir infeliz, como si realmente hubieras fracasado (repetimos, a pesar de tus éxitos).
  • Dificultad para aceptar elogios: a una persona que padece el síndrome del impostor le va a costar mucho aceptar los elogios. No te equivoques… una cosa es ser humilde y algo muy distinto es no ser capaz de aceptar un buen comentario.
  • Compararse constantemente con otras personas: cuando piensas que los demás tienen más capacidad que tu para hacer cualquier cosa, aunque no sea cierto.

Causas del síndrome del impostor

El síndrome del impostor puede ser causado por muchos factores, pero seguramente los más comunes son los siguientes:

  • Dinámicas familiares durante la infancia: seguramente les ha sucedido a muchos el hecho de ser comparados de pequeños con alguno de sus hermanos, etiquetando a alguno de ellos como «el inteligente» y a ti, por ejemplo, como «el simpático» (o «la oveja negra de la familia»). También puede darse cuando tienes mucha presión para sacar buenas notas o padres muy exitosos.
  • Estereotipos sexuales: cabe decir que, curiosamente, este síndrome afecta especialmente a las mujeres. Según los expertos, seguramente sea por el hecho de no tener suficientes referentes femeninos en lo más alto de muchos ámbitos (o no almenos tantos como puedan tener los hombres) o incluso la falta de expectativas que tiene la sociedad sobre la mujer.
  • Diferencias salariales: La realidad de la mujer en el mundo profesional es también una causa de este síndrome. El hecho de ganar menos dinero por realizar el mismo trabajo que un hombre, a menudo hace que muchas mujeres se planteen su valía personal y profesional.
  • Percepción de éxito, fracaso y competencia. Las personas que sufren este síndrome acostumbran a ser personas muy exigentes consigo mismas, altamente perfeccionistas.
  • Baja autoestima y falta de seguridad personal: generalmente, inseguridad por anteriores experiencias vividas.

Consecuencias

El reconocimiento y el éxito nunca llegan a producir satisfacción, llevando un sentimiento de malestar constante. Además, puede ser que integres en tu vida los siguientes hábitos (nada buenos para tu salud mental):

  • Miedo a ser descubierto públicamente como impostor: es decir, a causar mala imagen a los demás porqué no eres lo suficientemente bueno e inteligente como para gustar a tu entorno.
  • Sentimientos de culpa: las personas que padecen este síndrome poseen tal grado de inseguridad, que incluso tienen la creencia integrada de haber engañado a los demás, de ser realmente un fraude (por ejemplo, alguien que venda sus servicios o productos pero sienta que no son lo suficientemente buenos como para triunfar, y sienta cierta responsabilidad y culpabilidad por haberlos incluso vendido a alguien, sintiendo incluso miedo por ser desenmascarado como «impostor» por su cliente).
  • Ansiedad, sufrimiento constante: como ya hemos dicho anteriormente, el estar sufriendo constantemente por la inseguridad que provoca este síndrome, provoca en ti un malestar general casi crónico si no trabajas en ello.
  • Incapacidad para disfrutar lo logrado: suele ocurrir que la persona que no reconoce sus logros y sus éxitos no es capaz de disfrutar de ellos como se merece la ocasión y a menudo les saca importancia, menospreciándolos y dejando de celebrarlos como a tales.
  • Sensación de que todo se puede hacer mejor: o, lo que es lo mismo, de no haberse esforzado lo suficiente.

Cómo gestionarlo

A pesar de nuestras creencias limitantes (de las cuales ya hablamos en un post anterior y puedes leer aquí si te apetece), es posible controlar estos sentimientos negativos.

Vencer el síndrome del impostor requiere que te aceptes a ti mismo tal y como eres, con tus virtudes y tus defectos. Ten muy claro que no tienes que conseguir la perfección para merecer el éxito que has conseguido y los elogios que has recibido en tu vida.

Para ello, reconocer los pensamientos que nos llevan a sentir inseguridad, cuestionar su fundamentación e ir modificando poco a poco esos pensamientos negativos por otras creencias nos ayudará a construir una autoestima más fuerte y a superar el síndrome del impostor.

Por lo tanto, te recomiendo:

  • Reconoce y plasma por escrito tus sentimientos de “impostor” cuando surjan: Esto te ayudará a romper el ciclo de pensamientos negativos. Suele suceder que cuando somos capaces de identificarlos y los escribimos, vemos estos pensamientos desde otra perspectiva y podemos abstraernos de ellos para tomar acción y modificar esos pensamientos negativos por creencias positivas nuevas.
  • Haz una lista de tus fortalezas: Llevar un registro de tus logros es una buena forma de recordarte que NO eres un fraude o un farsante. Cuando te sientas ansioso y mal contigo mismo, revisa tu lista.
  • No aplaces: Dejar las cosas para después solo empeorará tus sentimientos de ineptitud. Enfrenta los problemas directamente y elimina los puntos negros de tu lista de pendientes. Primero aborda las tareas difíciles para que, una vez que las termines, tengas una sensación de logro y fortaleza.
  • Apóyate en los demás: No existe ninguna razón para tener vergüenza a la hora de pedir ayuda o de admitir que no tienes siempre todas las respuestas. Cuando sientas dificultades para conseguir tus metas, busca un apoyo, ya sea de alguien de tu entorno en quien confíes o de un profesional.
  • Enfócate en tus objetivos: Redirecciona tu energía y atención hacia tus próximas metas y objetivos y hacia aquello que es necesario para alcanzarlos. Aprende a reconocer cuándo estás haciendo comparaciones tóxicas con los demás (e injustas contigo mismo) y procura distraerte de estos pensamientos negativos que no te aportan nada.
  • Reconoce y celebra tu éxito: Recuerda que no has llegado tan lejos por suerte, sino porque trabajaste para ello, por lo que mereces el éxito que has obtenido. Es saludable recordar esto de vez en cuando. Reflexiona sobre el camino recorrido y sobre tus logros (acuérdate de los proyectos exitosos y el feedback positivo recibido por parte de personas que valoras. Nada de eso fue por casualidad).
  • Acepta los cumplidos con naturalidad: a todo el mundo le gusta que le lancen un cumplido. ¿O no? Pues eso. No pasa nada por recibir un buen comentario de alguien acerca de alguna tarea realizada o un logro personal. Acepta estos comentarios con humildad, por supuesto, pero como algo natural. Recuerda que al final no tienes porqué sentirte incómodo con alguien que parece apreciar lo que haces.

En definitiva: nadie es perfecto. Todos tenemos fortalezas y todos tenemos aspectos sobre los que trabajar y mejorar. Sin duda alguna. Pero en lugar de centrarnos en los defectos, aprovechemos nuestras fortalezas.

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